HIPERMOVILIDAD
Por John Adams
(publicado en
Prospect, Londres, marzo de 2000)
"Los
políticos de todos los países industrializados se esmeran en
aplicar soluciones técnicas para resolver los problemas causados por la
creciente movilidad física. Pero aún cuando
desarrolláramos formas de transporte que no contaminaran, que mantengan
las calles libres de congestionamientos y que todos trabajáramos en
casa, de cualquier manera seguiríamos pagando un alto costo por la
movilidad," dice John Adams.
La movilidad es
liberadora y otorga fuerza. ¿Es posible que algo bueno se convierta en
un exceso? El creciente número de gente que ejerce su libertad y poder
está contaminando al planeta y sus arterias. Se están realizando
prodigiosos esfuerzos tecnológicos para resolver los problemas de
congestionamiento y contaminación causados por la creciente movilidad de
los vehículos motorizados. Supongamos por un instante que tienen
éxito. Imaginemos que los científicos inventan algo cercano a un
motor que no contamine y esté en constante movimiento. Aún
más, imaginemos que tienen éxito en desarrollar el más
moderno e inteligente sistema de transporte un sistema computarizado para
controlar el tráfico que incremente ampliamente la capacidad de los
caminos existentes, las vías de ferrocarril y los aeropuertos. Por
último, imaginemos un mundo en el cual las computadoras estén al
alcance de todos y donde el acceso a internet sea económico; la movilidad
virtual no contaminante se promueve vigorosamente como una parte importante de
la solución para los problemas provocados por le excesiva movilidad
física.
Por el momento, el
dinero, tiempo y energías regulatorias aplicado a resolver los problemas
causados por los viajes motorizados se esta invirtiendo en dichas soluciones
técnicas. Los motores más eficientes y limpios debilitarán
las restricciones existentes al crecimiento de los viajes, ya sea
haciéndolos más baratos, o eliminando las razones ecológicas
para restringirlos. Los sistemas de carreteras controlados por computadora
prometen reducir en gran parte el tiempo y el costo de los viajes, pues creen
poder eliminar gran parte del tiempo que ahora se pierde en las congestiones de
tránsito. La movilidad virtual, al mismo tiempo que es capaz de
sustituir muchos desplazamientos físicos, tiene más
probabilidades de convertirse en un estímulo para viajar: ya que si bien
libera del viaje cotidiano a quienes trabajan desde su casa por medio de una
red electrónica, hace que se unan al éxodo hacia los suburbios,
donde la mayoría de sus actividades (como ir de compras, al doctor, a la
escuela, al correo, a la biblioteca o a visitar amigos) requerirá
más tiempo y no se podrán realizar con transporte público.
En 1950, un británico viajaba en promedio 5 millas al día. Ahora
viaja cerca de 28 millas diarias y esto se duplicará para el año
2025. Las tendencias de crecimiento por movilidad virtual tienen una amplia
relación con las de movilidad física, pero sus tasas de
crecimiento son mucho mayores. Los transportes y las comunicaciones ofrecen los
medios que conectan a unos y otros. Pero las transformaciones en la velocidad y
alcance de estos medios tienen profundas consecuencias sociales.
Un límite
en la conducta que la tecnología no puede remover es el número de
horas en el día. Conforme nos expandimos en tamaño,
también nos adelgazamos en volumen.
Si pasamos
más tiempo interactúando con personas a la distancia, debemos
pasar menos tiempo interactúando con las personas que tenemos cerca de
casa. Si tenemos contacto con más personas, debemos dedicar menos tiempo
a cada una. En una pequeña
sociedad a escala peatonal (sociedades hipomóviles) todo mundo conoce a
todo mundo.
En sociedades
hipermóviles, las comunidades geográficas antiguas
Son reemplazadas
por comunidades sin espacio que comparten intereses.
Físicamente
pasamos más tiempo entre extraños. Las ventajas de la movilidad
se encomian fuertemente; las desventajas de la hipermovilidad casi no reciben
atención. Muchas de las características más nefastas de
una sociedad hipermóvil pueden ya ser imaginadas extrapolando las
tendencias actuales.
La sociedad
sera más dispersa.
El proceso de
expansión de las ciudades se acelerará. Las sociedades cuyos
miembros se mueven a altas velocidades durante distancias largas consumen
más espacio. Los viajes de larga distancia, en carretera o por aire, son
los que se están incrementando más rápidamente.
Caminar y andar en
bicicleta (las formas locales, democráticas y benignas para el medio
ambiente de trasladarse) están decreciendo.
Incluso con
motores no contaminantes de movimiento perpetuo habrá consecuencias
ambientales adversas.
Más espacio
necesitará ser pavimentado para proveer espacio para estacionarse, los
caminos extra que se necesitarían romperían paisajes y
dividirían aún más los hábitats de especies en
peligro; se necesitaría encontrar más espacio para construir
aeropuertos, los lugares en el mundo valorados por su remota tranquilidad
sería invadida.
La sociedad se
polarizaría aún más.
El incremento en
la movilidad de un británico medio oculta la creciente brecha entre la
movilidad de los ricos y los pobres. Todos aquellos demasiado jóvenes,
demasiado viejos, o de alguna manera descalificados para conducir, serán
desplazados junto con aquellos demasiado pobres para comprarse autos y boletos
de avión. Se convertirán en ciudadanos de segunda clase cuya
movilidad depende de los desgastados remanentes del transporte público o
de la buena voluntad de los propietarios de autos. A medida que el mundo escapa
hacia los suburbios, la mayoría de los viajes serán demasiado
largos para caminar o andar en bicicleta. A pesar de que desde 1950 se ha
multiplicado diez veces la población mundial de autos (que llega ya a
500 millones), el número de gente que no tiene auto se ha más que
duplicado (llega a cerca de 5.5. billones, gracias al crecimiento poblacional).
Y a pesar del aún más rápido crecimiento en los viajes
aéreos durante ese período, también se ha incrementado el
número de pobladores del mundo que nunca ha volado.
El mundo
será más peligroso para los que no andan en auto. Habrá mas metal (o fibra de
carbón) en movimiento. El hecho
de que hay un tercio de niños muertos cada año en accidentes de
tráfico de los que había en 1922, cuando casi no había
tráfico a un límite de velocidad de 20 millas por hora, no
significa que las calles sean ahora tres veces más seguras para que los
niños jueguen en ellas; sino que se han vuelto tan peligrosas que ya no
permiten la presencia de los niños. La retirada de los peatones y
ciclistas continuará. A medida que se incrementa el tráfico,
menos gente trata de cruzar las calles, es una de las razones por las que menos
gente conoce sus vecindarios al otro lado de la calle.
La libertad de los
niños será aún más restringida por el miedo de los
padres y el catalizador social de los niños que juegan en las calles
desaparecerá. En Gran Bretaña, en una fecha tan reciente como el
año 1971, el 80% de los niños de siete y ocho años iban a
la escuela solos, sin la compañía de un adulto. Ahora casi
ninguno lo hace; las publicaciones gubernamentales de guía para los
padres advierte que es irresponsable permitir que los niños menores de
doce años salgan de la casa solos. Es raro que los niños
experimenten una convivencia independiente con sus iguales y aprendan a
desenvolverse sin la supervisión de los adultos, una experiencia
esencial al proceso de socialización.
La gente se
volverá más obesa y menos ágil. Los niños cuyos padres actúan
como sus choferes ya no adquirirán el hábito de caminar o andar
en bicicleta para ir a la escuela, a visitar amigos o para desarrollar otras
actividades. A medida que desaparece la necesidad funcional de caminar o andar
en bicicleta, nuestras rutinas diarias se despojan de su cuota de ejercicio,
aunque el incremento de la gente que conduce hasta los clubes para hacer su
rutina de ejercicio parece compensar parcialmente esta tendencia.
El mundo
será menos culturalmente diverso. La cultura de los McDonalds avanzará
aún más. En su novela A Man in Full , Tom Wolfe captura este
fenómeno: "La única forma en que uno podría saber que
estaba dejando una comunidad y entrando a otra era cuando las tiendas de
franquicias comenzaban a repetirse y uno descubría otro 7-Eleven, otro
Wendy¹s, otro Costco, otro Home Depot.”
El turismo es la
industria que crece más rápidamente en todo el mundo. Las
guías de turismo urgen a sus lectores a estropear las zonas
vírgenes antes de que otros les ganen. El pavimento en movimiento que
apura a los turistas frente a las joyas de la Corona en la Torre de Londres es
sólo un ejemplo del triunfo del la eficiencia fordiana que caracteriza
al turismo masivo.
El mundo
será mas anónimo y menos convivial.
Menos gente
conocerá a sus vecinos. Las comunidades bardeadas y los vecinos
vigilantes, son intentos de recrear lo que solía ocurrir naturalmente y
son sintomáticos de la nueva alienación. Aún cuando viven
cerca uno de los otros, la clase rica con acceso a la movilidad y los pobres
que no tienen acceso a ella viven en mundos diferentes. Los pobres, a
través de su falta de movilidad, están confinados a prisiones con
paredes invisibles. La libertad y el llamativo consumo de la opulencia los
tienta y los burla constantemente, como a prisioneros confinados en celdas sin
paredes reales. Oyen volar sobre sus cabezas a los ricos, los ven conducir sus
automóviles a través de sus barrios, los ven aparecer en
televisión y disfrutar de privilegios fuera de su alcance. Para los
ricos, frecuentemente los pobres son invisibles; los ricos tienden a ver el
mundo con menor precisión debido a la alta velocidad con que viajan.
La sociedad
será cada vez más criminal. Las tensas relaciones entre los que tienen y los que
no generarán más temor hacia el crimen. En relación al
peligro en los caminos, esto no es fielmente reflejado en las
estadísticas. Las casas se resguardan mejor con puertas más
fuertes, candados y sistemas de alarma. Las personas, especialmente las
mujeres, se retiran de las calles y ya no usan el transporte público
porque se sienten amenazadas; cada vez más automovilistas con sus
puertas cerradas con seguro. Las técnicas policiales de vigilancia
tienden cada vez más a la intrusión y usan en mayor
proporción equipos CCTV para la vigilancia, así como de bases de
datos computarizadas. Las cámaras electrónicas que pueden leer el
número de las placas y reconocer rostros reemplazan al antiguo
policía de la esquina que conocía el vecindario. La vigilancia de
alta tecnología, tan temida por los defensores de los derechos civiles,
es uno de los costos inevitables de la alta movilidad. La alternativa es una
vigilancia carente de eficiencia. Si los criminales se arman con medios
modernos de movilidad, tanto físicos como electrónicos, la policía
deberá hacer lo mismo o se convertirá en una institución
impotente.
La sociedad
será menos democrática.
Los individuos
tendrán menos influencia sobre las decisiones que gobiernan sus vidas.
Conforme nos expandimos y adelgazamos en nuestras actividades sociales y
económicas, el alcance geográfico de la autoridad política
debe expandirse para mantener el creciente tamaño de los problemas que
requieren ser gobernados.
El poder
político migra hacia arriba en la jerarquía de las autoridades
locales a Whitehall y Westminster, o incluso hacia Bruselas o hacia
instituciones incontrolables como el Banco Mundial o la Organización
Mundial de Comercio. En ninguno de los lados de la confrontación entre
la OMC y los grupos que protestaban encontramos instituciones democráticamente
controlables. Greenpeace y Friends od the Earth no son democracias.
La confianza en
estas instituciones no elegidas disminuye conforme sus hechos se hacen
más difíciles de diferenciar de SPIN ****** IVANA I dont
understand the sense of this word!
( en el sub-género
de la ciencia ficción en donde la distancia ha sido conquistada, no hay
un sólo ejemplo de democracia)
Las tendencias que
están creando un mundo como el descrito no encuentran una resistencia
efectiva. Por el contrario, los gobiernos de todas partes las alientan. En Gran
Bretaña la planeación de aeropuertos continúa
fundándose en el principio de predicción y abastecimiento y lo
que se predice es un mayor crecimiento. Los responsables de la
planeación de aeropuertos en todas partes afirman que su industria tiene
un gran potencial, ya que la mayoría de la gente del mundo no ha volado
nunca. La idea de que este crecimiento podría restringirse por su
fracaso para brindar suficientes aeropuertos es para ellos impensable.
El gobierno ha
abandonado su pretención de desear reducir la dependencia nacional en el
auto. Gus Macdonald, el nuevo ministro de transporte, es ahora abiertamente a
favor de incrementarla: “ Si los autos se hacen más baratos y la gente
quiere comprarlos, no hay problema” El se sitúa firmemente en el campo
de las soluciones técnicas: “los motores más limpios son el
futuro” John Redwood, el anterior vocero de transporte del partido conservador,
para no quedarse atrás en la conquista del voto automotriz, urgió
a la construcción de más caminos para atravesar “pueblos
sensibles al medio ambiente, aldeas y lugares hermosos”. Olvidó la
lección dolorosamente aprendida por sus predecesores Tory: Hay una
carencia muy alta de areas insensibles por las cuales construirlas.
¿Cuál
sería la característica principal de una política
pública que buscara incrementar la dependencia del auto? Animaría
a la gente a slair de la ciudad y expandirse en el territorio en densidades tan
bajas que el servicio de transporte público fuera inviable. Bajo el
gobierno previo esta política se cumplió con un éxito
impresionante; un estudio de 1999 de la Asociación de planeación
de pueblos y ciudades reportó la pérdida de 500,000 trabajos
urbanos y un incremento de 1.7m de trabajos en áreas de baja densidad
entre 1981 y 1996.
Una
política que intentara reducir la dependencia en el automóvil
buscaría restringir el tráfico en áreas donde su
crecimiento es mayor (lo que significa hacerlo no en áreas urbanas,
donde ya se detuvo, sino en los suburbios y más allá) .
Los consultores
del sector privado ahora aconsejan relocalizarse fuera de los centros de las
ciudades. Este equivalente privado del viejo Buró para Ubicación
de Oficinas, es una respuesta apropiada del mercado a los incentivos
centrífugos adicionales que está actualmente desarrollando el
gobierno Laborista poniendo precio a los caminos urbanos y cobrando por
estacionamientos en los sitios de trabajo.
John Prescott,
primer ministro diputado británico (????) insiste en que él no es
anti- auto (y tiene dos jaguares para probarlo) Él, como su ministro de
transporte, es feliz si más gente posee un auto, y de vez en cuando
expresa su deseo de que más de ellos lo dejaran en sus cocheras
más tiempo. Quizás el debería reemplazar su programa de
construcción de caminos por uno de construcción de cocheras, las
ventas de coches nuevos en Bretaña en 1999 se estiman en 2.2 m( si los
estacionarámos uno tras otro formarían una cola de más de
8,000 millas)
Cuando la gente
adquiere autos buscan lugares para manejarlos y estacionarlos, algo que resulta
cada vez más difícil en las ciudades británicas. Si la
población nacional de autos continua aumentando (y las predicciones del
gobierno dicen que aumentará sustancialmente) el éxodo urbano
continuará y la dependencia hacia el automóvil se
incrementará. Gran Bretaña puede pagar los costos de las
alternativas al automóvil. El auto nuevo promedio cuesta 12,500 libras
esterlinas, por lo que la hilera total valdría cerca de 27.5 billones.
En los últimos cinco años se han vendido más de 10
millones de autos. El reto político es desviar los grandes flujos de
dinero privado disponible para el transporte hacia canales más benignos
ecológica y socialmente.
La política
determinante que exacerba el problema es la entusiasta promoción que
hace el gobierno del internet. La idea de que esto va a ayudar a resolver el
problema de transporte, evitando la necesidad de gran parte de los viajes, se
basa en desacoplar las tendencias de las movilidades física y virtual
para las que no existe precedente. Históricamente las tendencias de
crecimiento de ambos tipos de movilidad han estado fuertemente correlacionadas:
las sociedades que más movilidad física tienen son las que
más usan todas las formas de comunicación.
Quienes defienden a las telecomunicaciones
como parte de la solución a los problemas de transporte afirman que
estas servirán para revivir las comunidades a escala humana, ya que
permitirán que una mayor cantidad de gente trabaje desde su casa, pase
más tiempo cerca de su casa, y pueda conocer mejor a sus vecinos.
Quizás, pero están asumiendo que la gente se contentará
con llevar una parte menor de su vida en el mundo real y una cada vez mayor
parte de su vida en comunidades virtuales que experimentan
electrónicamente. Con esta idea se asume que la gente no querrá
conocer y estrechar la mano con los nuevos amigos que conozcan en el internet;
que no buscará un contacto directo con las diferentes culturas que
experimentan indirectamente (electrónicamente); y que no desearán
compartir verdaderos descansos para el café con sus colegas. Se presume
demasiado y aún no hay mucha evidencia.
Permítanme
darles un ejemplo de evidencia desalentadora, aunque anecdótica, de un
encuentro que tuve en el aeropuerto de Vancouver mientras esperaba un vuelo.
Comencé a conversar con el hombre que estaba al lado mío. Este
hombre estaba esperando un vuelo a Toronto para jugar al bridge con alguien de
Toronto, alguien de Escocia y alguien de San Francisco. Se habían
conocido jugando bridge por medio del internet, ahora necesitaban un juego
real.
En
“¿Quién mató a la America civil?“ Robert Putnam (Prospect,
March 1996) documenta el declinamiento de la participación cívica
en la vida americana y concluye, luego de considerar varias alternativas, que
el jefe culpable es la televisión. Observa que “la revolución
electrónica en la tecnología de las comunicaciones fue el primer
gran avance tecnológico en siglos que tendría un profundo efecto
descentralizador y fragmentador en la sociedad y la cultura”.
Extrañamente, no incluye entre estos
potenciales responsables potenciales ni al automóvil ni al aeroplano,
como tampoco habla de la influencia descentralizadora y fragmentalizadora que
han ejercido. Un diagnóstico más convincente distribuiría
la culpa más equitativamente entre las revoluciones del transporte y las
comunicaciones.
A través de
la historia, la mayor parte de la gente en la mayoría de los lugares ha
llevado vidas de peatones. Sus patrones de habitación y viaje han sido
constreñidos estrechamente. El transporte vehicular que existía
era movido por energía humana, de animales o por el viento. Los ricos
tenían más movilidad que los pobres, pero nadie tenía
demasiada. Las historia sobre los tapetes voladores, las botas de siete leguas,
los carros alados atestiguan un deseo de mayor movilidad, pero en eras sin
imaginación tecnológica la gente se resignaba a que dichas
maravillas eran prerrogativas de los dioses. De hecho, la leyenda de Icaro
sugiere que la idea de meros mortales de viajar era impía.
En un tiempo
apenas coincidente con el incio de la revolución industrial en
Inglaterra, comenzó un periodo de reducciones notables en el costo del
transporte y aún más notables incrementos en su velocidad y comodidad.
(y también en el número de personas que lo usaban) Los logros de
los dioses habían sido superados. El Concorde podía volar
más rápido que el carruaje flameante de Apolo, y los avances en
las telecomunicaciones crearon una capacidad de intercambiar información
que excedía por mucho la que jamás se atribuyó a Mercurio.
La historia del transporte y de las comunicaciones en este periodo es casi
invariablemente contada como una historia de progreso siguiendo el tren del
avance tecnológico.
Cualquier problema
asociado con este progreso habría sido visto como efecto colateral que
puede remediarse con todavía más tecnología. La baja
movilidad era mala, una mayor movilidad es buena ¿Y la alta- movilidad?
¿Será posible tener demasiado de algo bueno? Esta pregunta no ha
sido considerada seriamente por los historiadores del transporte, ni por los
políticos o los encargados de planear su futuro. Simplemente por
plantear la pregunta puede uno correr el riesgo de que lo etiqueten como
enemigo de la libertad y la opción.
El riesgo puede
reducirse si planteas la pregunta de otra forma. El “problema de transporte”
puede ser útilmente capturado al realizar tres encuestas de
opinión, cada una planteando una pregunta distinta. La primera pregunta
se plantea con frecuencia: ¿Le gustaría tener un auto sin
límite de millas y el nivel de acceso que tiene Bill Gates a todas las
formas electrónicas de viajar? Con pocas variantes los encuestadores
hacen esta simple pregunta en forma rutinaria. Globalmente, la respuesta es un
sí rotundo. Esta es la votación implícita que establece la
agenda política para planeación y transporte en casi todas
partes. Al responderla, la gente imagina el mundo tal como es ahora, pero que
tendrán un mayor acceso a la mayor gama de oportunidades que disfrutan
los ricos. La mayoría de los políticos creen que sería un
suicidio político contradecir tales aspiraciones. Sería
abiertamente injusto, los políticos agregan frecuentemente, que aquellos
que ya disfrutan un alto nivel de movilidad quiten la escalera a los
demás.
Pero hay una
segunda pregunta, que nunca se pregunta. ¿Le gustaría vivir en el
mundo que resultaría si todo mundo tuviera lo que deseara? Para ayudar a
contestar se puede preguntar: ¿le gustaría vivir en un
invernadero lleno de humo, peligroso, feo, negro, criminal, alienado,
anónimo, antidemocrático y socialmente polarizado? Lo de invernadero lleno de humo es opcional,
sospecho que las mejoras tecnológicas no resolverían el
crecimiento del tráfico y que el entorno físico se
deterioraría conforme la movilidad se incrementa, pero confinar la
pregunta a las consecuencias sociales de la hipermovilidad deberían ser
suficientes para responer: no.
Esta encuesta de
opinión pregunta: ¿Desea las consecuencias de los negocios como
los conocemos?
Conforme estas
consecuencias se conocen mejor y son mejor comprendidas, una cantida mayor de
gente están convencidas de que no las quieren. Pero la respuesta de los
políticos es decepcionante.
Las mejores
políticas de la progresiva Dinamarca o de Holanda han logrado
desacelerar el crecimiento del tráfico en áreas urabanas, pero
hacen muy poco para reducir este crecimiento en los suburbios y zonas rurales y
no hace casi nada para detener el rápido crecimiento en el
tráfico aéreo.
El nuevo ministro de transporte
británico considera inevitable el crecimiento continuo del
tráfico, alegremente ignora el hecho de que aquellos que están en
los peldaños más bajos de la escalera se hunden aún
más en la exclusión social. La dificultad política parece
estar en que, cuando el problema se plantea con la forma de la segunda
encuesta, lleva implícita la necesidad de una abnegación
sombría, gris y virtuosa para salvar el planeta. Esta no es una
plataforma en base a la cual los políticos quieran entrar en
campaña.
Pero hay una
tercera pregunta más alegre, la contraria a la segunda, ¿Le
gustaría vivir en un mundo más limpio, seguro, saludable,
amigable, que sea más democrático y sustentable en el que usted
conociera a sus vecinos y en el que sus hijos pudieran jugar con seguridad en
las calles? Si estas compensaciones pudieran integrarse en un paquete accesible
y convincente, podemos creer que la mayoría de la gente votará
por ellas, especialmente si las consecuencia manifestadas en nuestra segunda
encuesta se percibieran como la alternativa.
Para la mayoría de la gente, la
posibilidad de tomar conciencia sobre las aspiraciones que encierra la primera
encuesta se está evaporando. Pero mientras siga siendo el objetivo
principal de quienes planean el transporte y quienes gobiernan, se hace
más probable el sombrío escenario establecido en la segunda
encuesta. Sin embargo, contrariamente a lo que afirma el ministro de transporte
británico, el aumento del tráfico no es inevitable. La ola de
tráfico no es una fuerza irresistible de la naturaleza, como lo
serían las mareas oceánicas. Es la consecuencia de una multitud
de decisiones humanas grandes y pequeñas, de decisiones de los
gobiernos, sobre impuestos y subsidios, sobre el uso y planeación de la
tierra, sobre la construcción de carreteras y aeropuertos, así
como de respuestas individuales a estas decisiones. Está impulsada por
una visión del progreso lineal que tiene raíces profundas y que
niega la realidad.
La primera pregunta equivale a preguntarle a
un glotón si quisiera cantidades ilimitadas de su comida y bebida
favorita. La respuesta es predecible. La segunda pregunta enfrenta al
glotón con las consecuencias de su condescendencia irrestricta. Hay
soluciones caras de alta tecnología para paliar estas consecuencias,
liposucción, Olestra (la grasa no-grasa que pasa sin ser absorbida) y
una cirugía en el corazón. Pero es probable que comer menos y
caminar o andar en bicicleta hacia el trabajo sea más efectivo,
económico y les produzca una mayor de bienestar y auto estima.
Lograr la sociedad que refleja la tercera
encuesta, asunto que parece imposible para la mayoría de los
políticos, es en principio bastante honesto y exige un reordenamiento de
las prioridades. En vez de seguir sacrificando el ambiente social y
físico en función de una mayor movilidad, nos exige que cuidemos
aquello que sea local. Por tanto, debemos anteponer lo que valoramos en la
naturaleza y en nuestras relaciones con amigos y vecinos a algunos de los
beneficios de la modernidad. Cuestionar los beneficios de la alta movilidad no
implica negar la libertad y la opción. Significa preguntarle a la gente
lo que en verdad quiere y confrontarla con el hecho de que sus opciones tienen
consecuencias que van más allá de sus primeros objetos de deseo.
John Adams es
profesor de geografía en el University College de Londres.